domingo, 15 de febrero de 2015

Capítulo 5: Paseando por el Retiro

En aquel instante, en lo que menos creía era en la suerte, a pesar de que mi tía y mi prima intentarán hacerme ver que todo podía cambiar. Mi mente había entrado en estado de pánico y no lo entendía. Lo veía todo perdido, Gala se casaría con otro hombre y se alejaría de mi lado. Y si, por una remota casualidad esto no pasaba, lo más seguro es que yo no le gustara. Esto último hizo que mi prima, al decírselo, riera a carcajadas soltándome un sonoro «Pero, ¿cuánto hace que no te miras a un espejo» Molesto con ella salí de casa de mi tía.


Mientras caminaba hacia mi casa no dejaba de pensar en que seguramente Gala me despreciaría o se burlaría de mí en cuanto supiera de mis intenciones. Solo podía recordar la primera vez que nos vimos, el desprecio de su mirada, la mueca de asco de su boca y las duras palabras que pronunció.
En un intento de parar esta tortura, decidí dar un paseo por el Retiro. Aquel parque con su grandeza siempre me transmitía paz y sosiego. Algo que, en ese instante, me faltaba.
La suerte, la misma que yo pensaba que me había dado la espalda, quiso que durante mi paseo me cruzara con ella. Estaba sentada en un banco a la sombra de un Abedul, leyendo un libro tranquilamente. Me desconcertó verla sola, no era algo muy habitual en aquellos tiempos, y no pude evitar observarla como si fuera un gorrión escurridizo al que temes asustar. Estaba preciosa.
Por un instante dudé entre acercarme o dar la vuelta e irme. El corazón me pedía a gritos que aprovechara el momento mientras la cabeza me susurraba, «sigue andando, iluso» ¿Qué era lo más correcto?


Me pasé la mano por el pelo, no sabía qué hacer, pero desde luego quedarme allí plantado no era la mejor opción. «Plantado, como me dejó en la fiesta» pensé sin dejar de dudar. Cuando la volví a mirar la encontré observándome con una sonrisa en los labios. Los llevaba del mismo color que el día que nos conocimos, su sello de identidad. Dejó el libro que estaba leyendo en su regazo y dando unos suaves golpes sobre el banco me invito a sentarme a su lado. Yo, obediente como un buen niño, le hice caso y comencé a andar hacía donde estaba ella.
-Creo que es usted a la última persona que pensaba encontrarme-contestó divertida.
-Yo...me gusta pasear-balbuceé como un estúpido.
-Vaya, además de descarado le gusta pasear.
-Ehm, sí bueno, quería disculparme con usted por mi comportamiento del otro día. Fue inadec...
-No diga que no quería hacerlo, por favor. Va a conseguir ofenderme-me interrumpió divertida.
-No tampoco quería decir eso-contesté apurado.
-No, claro que no. Es usted demasiado correcto para ello, nunca ofendería a nadie con sus palabras, ¿verdad?
La miré sorprendido ¿de dónde había salido aquella mujer? ¿No era yo el descarado?
-Ah, no me mire con esa cara, es la verdad-rió-Me tengo que marchar, muchas gracias por su compañía. Suelo venir a leer algunas tardes, espero volver a verle.



Sin darme tiempo a decir nada, se levantó e inició su camino ¿Me acaba de indicar que le gustaría volver a verme? Sí, desde luego aquella deslenguada lo acababa de hacer. Sin pensarlo, dos veces eche andar por el mismo camino que ella había tomado, tenía que alcanzarla. Pero no llegué a tiempo, solo vi como su chófer cerraba la puerta del coche y se marchaban.

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